8/5/13

Capítulo 69 parte II

Sugerencia musical: Amazed by Lonestar

A la vez que la cara de susto de María aumenta, mi sonrisa se vuelve más amplia. Tampoco sabía muy bien lo que estaba a punto de pasar, pero tenía ese cosquilleo, que por una parte se debía a la pequeña voz en mi cabeza que rezaba porque aquel torpe hermano mío no metiera la pata.

Entonces lo oigo, aquel suave platillo que resuena de fondo junto a una suave melodía de piano. He de admitir que estoy gratamente sorprendida. Cojo a María de la muñeca y la obligo suavemente a avanzar unos pasos, ella avanza no muy segura y se queda paralizada delante de mí. Una silueta se desdibuja en mitad de la pista, cuya forma se vuelve de un tono rosáceo al contacto con la luz.

Con aire preocupado, puedo ver ahora claramente a mi hermano en mitad de la pista. Sujeta una rosa blanca entre los dedos y la roza con nerviosismo con sus labios. Sus ojos verdes titilan, ante la presencia de la pelirroja.

Suspiro de forma estúpida y junto las manos en el regazo. Nunca he sido romántica, pero… No puedo evitar ponerme tierna en un momento así. Casi como un imán, María da unos pasos hasta él como si flotara. Ahora la luz magenta los empapa a los dos y ambos sonríen. Argh, mi hermano es un cursi.

-Es esta canción. Ahora entiendo de qué va esto. – dice María echando la vista atrás para darme una mirada cómplice. – Pensaba que ni siquiera recordarías un día así. – Harry sonríe y le coge dulcemente la mano mientras le coloca la flor en la muñeca.

-Aquel día… - comienza él sujetándole las dos manos y mirándola a los ojos. – Bueno, digamos que quizás no salió como debería. – sonríe y ladea la cabeza recordando partes al azar. Ahora que la tenía delante, tan deslumbrante, le hubiese gustado invitar a bailar a aquella chica sentada en las gradas del gimnasio con la vista perdida. - ¿Me concedes el honor de… volver a escribirlo?

María sonríe casi al instante y le mira fijamente en silencio durante unos segundos. Casi no podía creer lo que estaba pasando. Tenía la certeza de que aquello no se le había ocurrido a él sólo, pero aquel brillo en sus ojos, parecía tan ilusionado… Ya casi no recordaba todo lo malo que habían pasado, tampoco quería recordarlo. Sólo eran ella y él, y una pista de baile. Empezando de cero.

Asiente débilmente y se acerca un par de pasos más, invadiendo por completo su espacio y rodeando su cuello con los brazos.

-Vamos a hacerlo bien esta vez. – dijo en voz baja. Harry no le discutió aquello y concluyó la conversación con un beso.

Aquella balada de Lonestar me traía demasiados recuerdos. Aquel día no pareció ser bueno para ninguna de las dos. No puedo evitar rozar el teléfono con los dedos dentro de mi bolsillo con la esperanza de que suene, y que su voz vuelva a ser suave, que vuelva a necesitarme.

Pero no era el momento de dar el brazo a torcer. Tenía que mantenerme en mi sitio, aunque todo pareciera del negro más oscuro si no estaba él. Cierro los ojos y me dejo caer lentamente sobre la pared. Casi podía oírlos ronronearse al oído desde ahí.

-¿Por qué? – dice María. Harry parpadea un par de veces.

-¿Por qué, que? – pregunta él sin soltarle la cintura. María mira al suelo y se ríe.

-Todo esto.

-Todo esto porque quería hacerlo bien desde el principio. – traga saliva y la mira con dulzura. – No sabía cómo hacerte ver lo mucho que te quiero, así que se me ocurrió volver atrás y remendar la primera cosa que hice mal.

-¿Cuál?

-No darme cuenta de lo maravillosa que eres. – le susurra al oído. María nota como su voz se le cuela dentro y hace que un impulso le suba por toda la columna. Ni siquiera sabe que palabras juntar para decir algo así que se limita a besarle con todas las fuerzas que encuentra.

Quizás algo demasiado romántico para mí. ¿Qué sentido tenía quedarme ahí, de todas maneras? Había cumplido con mi parte, ahora sólo tenía que dejar que aquello siguiera el camino que se supone debía tomar. Ahora le había pasado el testigo a Harry y no había vuelta atrás, si metía la pata era cosa suya.

Sonrío en mitad de la oscuridad y salgo del gimnasio dejando que la música suene como un mero eco detrás de mí. No es que no me alegrara por ella pero… No era un buen momento, eso era todo.


Abro los ojos y la luz me atraviesa la retina como dos cuchillos. Frunzo el ceño y vuelvo a dejar caer el peso de mi cabeza en la almohada. Ha sido una noche larga, no la primera que me pasaba en vela en las últimas semanas… Ni la última.

Me levanto, es algo pronto, pero tampoco me apetece quedarme para continuar con aquel vaivén de pensamientos. Un poco de café me irá bien. Atravieso el pasillo con tranquilidad, frotándome los ojos. Entonces vuelvo un par de pasos atrás y entrecierro los ojos para ver mejor…

Empujo la puerta con los dedos y me apoyo en el marco con una sonrisa socarrona de oreja a oreja. Mi plan ha salido a la perfección.

-¡Buenos días, tortolitos! – digo en voz lo suficiente alta como para que los dos que ocupan la cama peguen un bote. Me río y los miro sin abandonar el gesto triunfal. - Una noche larga, por lo que veo.

No podían negar nada. La ropa tirada por el suelo lo decía completamente todo. La cara de odio profundo de mi hermano y el gesto desconcertado de María era la mejor recompensa. Ah, qué bonito es el amor.

-¿Un poco de café para despejaros? – digo con la mano en la cadera.

-Muérete. – murmura mi hermano con voz gruñona.

-Tenéis suerte de que mis padres no vuelven hasta pasado mañana, sino alguien no habría podido dormir. – digo ocultándome tras la pared riéndome mientras veo un cojín dirigirse hacia mí a toda velocidad.

Escucho a ambos farfullar algo desde la habitación, pero el sonido del microondas me impide entenderlo. Sigo todavía algo inmersa en mis pensamientos, no puedo dejar de darle vueltas. Para cuando me quiero dar cuenta, el ding ha sonado hace un par de minutos.

Vuelvo a deslizar las manos por mis mejillas esperando que aquella taza de café humeante me saque de aquel bucle de soledad y angustia, no era algo que realmente me apasionara. Maldita sea, ¿desde cuándo dejaba que me afectaran tanto las cosas?

En mi camino hacia el salón, el calendario me llama la atención. Hay algo marcado en rojo, con varias flechitas. Mi gesto cambia completamente, casi no me había dado cuenta de lo rápido que podía pasar el tiempo.

-¿Dos semanas? – murmuro desde la puerta. – Dos semanas…

-¿Dos semanas para… Oh. – oigo la voz de María cerca de la puerta. Se acerca a mí con una de las camisetas de Harry y me sonríe de medio lado. – Tranquila, saldrá bien. – me da un pequeño beso y no puedo evitar devolverle la sonrisa.

-¿Ves? Esto me gusta más que los cojines.

-Tienes suerte de que fuera un cojín y no el despertador. – gruñe Harry apareciendo por el pasillo. Le saco la lengua y salgo de la habitación. No me había dado cuenta lo mucho que me agobian las parejas. Respiro hondo y me dejo caer en el sofá, todavía con la mente en aquel calendario.

¿Dos semanas? Se me ocurrían tantísimas cosas que hacer antes de irme y no tenía ni idea de por cuál de todas empezar. Noto como el tiempo se me echa encima… Tenía que empezar cuanto antes.

27/4/13

Capítulo 69 parte I

-¿De veras tengo que probarme uno más? – protesta María haciendo flotar el vuelo de la falda con los dedos.

-Sólo uno más, sé que está por alguna parte. – le contesto convencida.

-¿Uno más y vale? Eso lo dijiste hace media hora. – Entrecierra los ojos y frunce la nariz con desagrado. Como si a mí me hiciera mucha gracia estar ahí encerrada. Lo que hay que hacer por amor…

-Sí, uno más. Lo prometo. – digo mientras me sumerjo en un mar de perchas que tintinean conforme me abro paso. No sé muy bien qué tipo de vestido estoy buscando, a estas alturas probablemente le podría poner uno de Prada delante y me lo tiraría a la cara. Pero entonces ahí está y es perfecto, casi puedo oír las trompetas celestiales. - ¡Te encontré!

Debbie alza la vista con algo de miedo en la mirada. Cuando he atravesado aquella selva de vestidos, aparezco con la percha al hombro y una sonrisa radiante. María alza una ceja con curiosidad y la ironía cargada a punto para disparar.

-No me puedes decir que no a esto. – digo sin abandonar la sonrisa y muestro aquel estupendo vestido. María parece algo sorprendida. – Qué me dices, ¿uno más?

Ella sonríe con sorna y se avalancha sobre la percha como un puma. Oigo las anillas correr por la barra del probador y lo siguiente que veo…

-Vaya. – digo sonriendo de oreja a oreja. – Vaya.

María sonríe también y da un par de pasos lentos para salir del cubículo e incluso Debbie se sorprende. Aquel ‘trapito’ le quedaba de miedo. Aquel vestido negro, muy simple con un cinturón dorado cubriéndole la cintura era un acierto se mirase por donde se mirase. Asiento en silencio sin dejar de mostrar la sonrisa.

-Si no te lo quedas tú, me lo llevo yo. – digo rompiendo el silencio. Las dos se ríen y María niega enérgicamente mientras me mira.

-¡Ni loca! Me lo quedo, definitivamente. – dice dando una vuelta sobre sí misma. Está radiante. – Aunque… Todavía no me has dicho para qué es el vestido…

Trago saliva mientras mis ojos se vuelven platos. Me río débilmente y sonrío acercándome a la caja para escurrir el bulto, si lo dejo pasar, igual no vuelve e preguntar…

-¿Belén? – dice mirándome con una ceja levantada. – No me has contestado.

-No tardarás en saberlo, prometido. – digo entonando una sonrisa ladina. – Cámbiate y vámonos, nos quedan cosas que hacer.

Mientras Debbie pliega bien el vestido, salgo fuera son sigilo, aunque las campanillas de la puerta me delatan. Las miro con odio y cierro la puerta detrás de mí. Saco el teléfono y por un momento lo miro pensativa… Todavía notaba aquella presión en mi pecho.
“Quizás debería…” Empiezo a pensar. “No. Basta. Siempre soy yo la que acaba soltando la soga. Es como un niño malcriado, que madure y se dé cuenta él solito” Concluyo la reflexión antes de marcar el número de mi hermano.

-¿Harry? – digo sin perder de vista la puerta, parece que María se ha interesado por algunos colgantes del mostrador, genial, eso me dará algo de tiempo. Harry saluda al otro lado del teléfono, de pronto suena como si algo de metal cayera al suelo. - ¿Harry?

-¡Mierda! – gruñe él. Me pregunto que estará haciendo. – Perdón, ¿qué pasa?

-¿Se puede saber qué haces?

-¡Cazar gamusinos! ¿A ti que te parece? Me estoy volviendo loco con tanto tornillo, ¡Joe, ¿Dónde mierda va este cable?! – trato de oprimir una carcajada y me muerdo el labio, nunca ha sido demasiado mañoso para esas cosas.

-Vaya, que aplicado te veo. – digo con sorna. – Así me gusta, ¿tenéis para mucho? No sé cuánto más puedo distraerla.

-No sé, llévala a casa, prepararos como si fuese una cita normal, haz como si tú también fueras, eso despejará sospechas. – dice Harry.

-Buena idea. – digo sorprendida, ¿desde cuándo es él el cerebro del equipo? – Te doy un toque cuando estemos al caer. ¿Estás seguro que lo tienes todo bajo control? – digo cuando de pronto escucho las campanitas detrás de mí.

-Que sí, pesada. Tú sólo cumple con tu parte.

-¡Claro mamá, estaremos ahí para merendar! – grito al teléfono mientras miro a María bajar las escaleras.

-¿Qué? – dice Harry.

-Adiós mamá, ahora te vemos. – me despido y cuelgo. María me mira algo extrañada mientras columpia la bolsa en su mano. - ¿Te apetece té?


Dejo el maquillaje en la mesa con un golpe seco y me giro para ver cómo va María, todavía sigue en el baño. Me acerco rápidamente notando el frío de las baldosas en mis pies desnudos.

-¿Qué tal vas? – digo tocando un par de veces en la puerta.

-Voy, voy, tengo problemas con la cremallera. – contesta. De pronto la puerta se abre y doy un traspiés. - ¿Me echas una mano?
Asiento y subo hacia arriba la tira de metal que cuelga del lateral del vestido. Sonrío y la miro, y ella me mira a mí.
-Nunca había visto ese vestido. – dice ladeando la cabeza.

-¿Este azul? – digo señalando mi atuendo. – Lo tengo hace tiempo, nunca me lo había puesto. – digo mirándolo. Es un vestido bonito, simple y liso en un color azul oscuro pálido, de media manga con el escote bastante amplio y un lazo negro en la cintura.

-Te queda genial. – murmura mirándome. Se queda en silencio un momento y me mira a los ojos. – Antes… Estabas triste. Por un momento me ha parecido verlo. ¿Hay algo que quieras contarme?

Me sorprende tanto que doy un paso hacia atrás torpemente. Sonrío fugazmente y la miro perpleja. No sé qué decir exactamente, nunca hubiese pensado que se daría cuenta de algo tan pequeño.

-La verdad… - suspiro y me siento en la cama juntando las manos en mi regazo. – La verdad es que hay algo que me preocupa. – María se sienta a mi lado y se apoya con las manos en la colcha. – No creo que lo sepas pero, Louis y yo… Bueno, discutimos. Se enteró de lo de la carta, bueno, creo que estabas presente.

El gesto de María se vuelve serio y algo preocupado.

-¿Discutisteis? Vaya…

-Bueno, en realidad fue algo más como… Una bronca. Me echó la bronca porque no se lo había contado antes, dice que necesita tiempo y no sabe si podrá volver a confiar en mí. Incluso Harry ha intentado hablar con él, pero…

Me río y me paso las manos por las mejillas dejando pasar la angustia que me invade de pronto. Respiro hondo y me dejo caer en el hombro de la pelirroja.

-No sé qué hacer. Estoy cansada de andar detrás de él, de hacer lo que él quiere que haga. No soy así, nunca lo he sido.

-No le hagas caso, es una rabieta. Si te quiere lo suficiente se dará cuenta de que es lo mejor para ti. Ahora creo que tenemos que ir a una cita, fiesta o lo que quiera que sea eso… - dice con tono divertido.

Asiento y sonrío. Tengo ganas de ver cómo reacciona a la sorpresa. Cojo mis cosas y las llaves del coche de Harry y espero a que María se deje de mirar en el espejo de la entrada.

El trayecto es tranquilo, hasta que por fin María se da cuenta de donde estamos. Aparco en la entrada y me quedo callada mientras la miro esperando a que diga algo.

-Pero… ¿Esto es el instituto? – dice mirando por la ventana algo desconcertada. Asiento y apago el motor con tranquilidad.

-¿Sabes qué día es hoy? – digo sonriente.

-Sábado. ¿Por qué?

-A partir de ahora conocida también como la mejor noche de tu vida. Ven conmigo. – digo mientras abro la puerta del conductor y salgo del coche. María me mira desde el cristal mientras doy la vuelta al coche.

-No entiendo nada. – dice imitándome. Le doy al botón y el coche emite un par de pitidos. – Belén, me estás asustando.

-Estás a punto de entenderlo, vaaaaamos. – digo tirándole de la mano obligándola a subir los escalones detrás de mí.

La puerta chirría cuando la empujo, y un murmullo a lo lejos resuena a lo largo del oscuro pasillo. Los pelos se me ponen de punta, nunca me han dado muy buen rollo los institutos de noche.

-Qué mal rollo. – anuncia María en mitad de la oscuridad. El sonido se va haciendo más notable. La luz de mi móvil nos ilumina el camino, más o menos. Es la hora de llamar a Harry.

Con un sutil gesto presiono la tecla de llamar y dejo pasar un par de tonos, entonces cuelgo. En ese mismo momento el murmullo cesa de golpe y sonrío, estoy empezando a emocionarme.

-¿Falta mucho? – pregunta.

-No, creo que ya estamos cer… - mi muñeca choca con algo de metal y ahogo un grito. Maldita puerta, no me la esperaba tan cerca. Oigo a María reírse débilmente detrás de mí, y a pesar de que no me puede ver me giro con cara de pocos amigos.

Abro la puerta y la oscuridad sigue siendo casi absoluta. Me quedo quieta tras ordenar a María que cierre la puerta y carraspeo de manera que se me oiga. Casi puedo notar el ajetreado ir y venir de la respiración de la pelirroja.

De pronto, en mitad de la nada, una bola de discoteca empieza a ser visible gracias a la tenue luz magenta que la ilumina, y que cada vez se vuelve más fuerte. Un suave ritmo empieza a tocar de fondo, y sonrío con ganas. Me giro para mirar a María esperando que su reacción sea buena.

-Belén, ¿Qué es esto? – dice con el terror en el gesto.

29/12/12

Capítulo 68

Qué propio de mí, eso de pensar las cosas demasiado hasta que me duele la cabeza. No es que me sorprenda, me pasa todo el tiempo, pero aquella vez estaba explorando nuevos límites. Al llegar a casa, mi cerebro palpita como tratando de salir de mi cabeza desesperadamente, estoy tan cansada que me emociono sólo con ver el sofá.

-¡Cariño! ¿Cómo ha ido? – pregunta mi madre con dulzura.

Ladeo la cabeza y sonrío con pocas ganas. Es obvio que ha pasado algo, pero no tengo los ánimos como para hablar de ello. Suspiro y dejo el abrigo y la bufanda en su sitio, huyendo en el mínimo tiempo posible hasta mi habitación.

-¿Qué ha pasado? Tienes cara de ‘ha pasado algo pero no me apetece hablarlo’ – dice Harry en tono cálido desde la puerta. Ni siquiera me había dado cuenta de que había llegado hasta ahí.

-No empieces. – le digo mientras me deshago de los zapatos. – Por favor.

Harry suspira y entra dentro, maldito terco. Me mira fijamente mientras se apoya en la pared, con toda la tranquilidad del mundo. Por alguna razón, eso me hace gracia.

-¿De qué te ríes?

-¿Sinceramente? No lo sé, eres tú y tu estúpida actitud cuando estoy así. No sé por qué, pero me hace sentir mejor. Aunque no digas nada, ni yo diga nada. ¿Cómo lo haces?

-Magia de hermano mayor, ya sabes. – contesta guiñándome un ojo. - ¿Sabes? Sea lo que sea lo que hayas escrito en ese sobre, sea cual sea la respuesta estoy orgulloso de ti.

Aquello me pilla tan de sorpresa que no sé cómo reaccionar. Lo miro confusa y él se acerca para sentarse a mi lado.

-¿D-de veras? – contesto con gesto sorprendido. Harry asiente y sonríe dulcemente. Parece haberse dado cuenta de lo que realmente significa para mí su apoyo incondicional, como si se hubiese quitado la venda.

Sin pensármelo dos veces le doy un abrazo enorme y lo agarro fuerte. De repente mis ánimos suben como la espuma, aquel día había mejorado en más del cincuenta por ciento, y ya sabía cómo acabarlo. Me levanto de pronto y junto las manos, algo emocionada.

-Creo que ya sé que voy a hacer esta tarde. Y voy a necesitar tu ayuda, aunque no hace falta que vengas, pero sí que tengas el teléfono disponible.

-¿De qué estás hablando? – pregunta él levantando una ceja.

-¡Ya lo verás! – digo sonriéndole. – Me voy ahora mismo.

Harry me mira, pero no parece estar entusiasmado por mi idea, ¿qué le ha hecho que cambiara tan radicalmente de expresión? Es como si algo le rondara la cabeza. Me siento en el suelo para volver a ponerme los zapatos y le miro pensativa.

-¿Qué pasa? – le pregunto intrigada. Harry sonríe fugazmente y ladea la cabeza.
-No quería decírtelo ahora, viéndote tan contenta – su tono me preocupa. – Estuve… Bueno, traté de hablar con Louis, para hacerle entrar en razón, ya sabes.

Suelto el aire que contenía en mis pulmones y siento el peso de sus palabras en mi pecho, como un golpe seco. Hacía algunos días que no pensaba en aquello, pero justo en ese momento me vuelve a la cabeza la discusión que mantuvimos por teléfono, la manera en la que se enfadó, todo lo que dijo… Ni siquiera me acordaba.

-Dijo que necesitaba algo de tiempo para pensarlo todo, que estaba dolido y no sabía si podía confiar en ti después de eso.

-¿¡Después de qué?! ¿Después de tratar de decidir mi futuro por mí misma? ¡Tampoco es que él se preocupara mucho por preguntarme nada! –le espeto mosqueada. Harry suspira, sabía que era así cómo reaccionaría, pero ¿qué quería que le hiciera? No era justo, nada justo.

-Lo sé, se lo dije… Pero dale tiempo. Sabes cómo es, sabes que le cuesta abrirse y… - Harry parece empezar a arrepentirse de haber comenzado aquella conversación.

De pronto ambos nos hemos quedado callados. Suspiro y sigo atándome los cordones, como si aquello no hubiese pasado. No quería saber nada más, sobre todo si Louis iba a seguir comportándose como un crío.

-Déjalo, Harry. – comienzo poniéndome de pie. – Ya hablaremos de esto en otro momento…


Salgo a la calle y el aire se condensa en cuando respiro. Esperando que funcione, alargo la mano y llamo al piso de María.

-¿Sí? – contesta alguien.

-¿María?

-Sí, soy yo. ¿Quién es?

-Soy Belén, ¿puedes bajar?

-¿Qué haces aquí? Si me has mandado un mensaje o algo no me ha llegado nada.

-No te he mandado nada, era una sorpresa. – contesto. Oigo su risa y sonrío levemente.

-Está bien, dame cinco minutos.

El aparato hace un ruido seco y después silencio. De nuevo el tiempo avecina algo de lluvia, aunque lo raro no era que lloviera, lo raro allí era que no lo hiciera. Después de unos minutos, veo aparecer a María por la escalera, con ese peculiar paso que usa para bajar los escalones.

Sonrío y la saludo a través del cristal.

-Menudo susto me has dado, ¿qué sorpresa es esa? – pregunta, poniéndose bien la bufanda.

Sonrío con aire misterioso y la cojo del brazo. Tras un rato andando nos encontramos enfrente de donde quería llegar.

-¿Qué es esto? – pregunta con una ceja levantada.

-Vas a comprarte un vestido. – digo como si nada mientras abro la puerta. – Y no hay más preguntas. – Completo la frase antes de que pueda decir nada más. Ella resopla y pone los ojos en blanco.

Las campanitas nos dan la bienvenida una vez más, es como si no hubiera otra tienda en toda la ciudad, pero ¿qué le voy a hacer? Adoro esa tienda.

-¡Debbie! – saludo a la amable señora que una vez más sonríe al verme. - ¿Cómo va todo?

-Pues tirando, como todos. – dice saliendo de detrás del mostrador mientra se quita las gafas. - ¿Qué quieres de mí esta vez, pequeña?

-Necesita un vestido. – digo guiñándole un ojo. – Para… un momento especial. – Debbie ha parecido pillar la indirecta, y pone gesto sorprendido seguido de una sonrisa.

-Está bien, veré que tengo por ahí. – dice mientras se marcha al almacén.

-¿De qué va todo esto? – dice María una vez estamos solas. - ¿Un vestido? ¿Para qué iba a querer yo un vestido ahora? No tengo ninguna fiesta.

-Eso ya lo veremos. – le contesto arqueando una ceja.

Poco rato después aparece Debbie con un montón de vestidos apilados en su brazo.

-Podemos empezar por estos, ¿te parece? –dice sonriente.

Miro a María sonriente y ella se encoje de brazos.

-Está bien.

14/12/12

Capítulo 67

El despertador suena y me despierta bruscamente. Me había quedado dormida tan profundamente que no me lo esperaba. Pero era jueves, no uno cualquiera. Era ese jueves.

Me levanto y como alma que lleva el diablo me visto a toda prisa, cojo mi bolso y le robo una tostada a mi hermano que inmediatamente atrapo entre los dientes para dejar las manos libres.

-¡Eh! – exclama Harry mirándome con el ceño fruncido mientras voy de un lado para otro. - ¿A qué viene semejante alboroto?

Mi madre sonríe desde detrás del periódico.

-Déjala, cariño. Tiene cosas que hacer. – dice ella con voz amable

-¡Adiós! – farfullo intentando que la tostara se quedara en su sitio y salgo dando un sonoro portazo.

Harry mira la puerta algo desconcertado mientras mi madre sonríe.

-Esta cría, cada día es más rara… - dice por lo bajinis mientras acerca su plato a la mesa.


Había salido tan deprisa que no me había dado cuenta de que casi llegaba a mitad de camino en unos pocos minutos. Tenía que ir a correos. En mi mano, sostengo un papel, metido en un sobre, donde está escrita la respuesta a la carta que me enviaron expresamente desde Edimburgo.

Ahora la miro y no estoy tan convencida como cuando la escribí. En ese momento no me temblaba el pulso, ni notaba el corazón acelerarse estrepitosamente en mi pecho.

Tampoco me había dado cuenta de que me había quedado para en mitad de la calle mirando fijamente el sobre que sostenía, y la gente me empezaba a mirar algo raro. Volviendo a la realidad y sin fuerzas para continuar hasta mi destino, me siento en el banco a meditar un poco más profundamente.

-¿Es esto de verdad lo que quiero o estoy pensando con el corazón en vez de con la cabeza? A lo mejor debería…

-¿Estás bien? – comenta una voz cerca de mí, aunque parece lejana. Se rompe mi burbuja y levanto la cabeza buscando la fuente de aquella dulce y familiar… Dios mío.

No sé muy bien que decir. Nunca había sabido muy bien que decir cuando veía su melena rubia moverse con el viento, y esos ojos azules apuntándome, como si me desarmaran. Y pensaba que me había olvidado de todo aquello, parecía haber pasado tanto tiempo…

-Ben… - alcanzo a susurrar pasados unos segundos de silencio.

Recupero mi estado arisco a recordar aquella maldita noche donde todo se me fue al garete. Se supone que le odiaba, que no quería verle, pero… había pasado tanto tiempo que ni siquiera podía recordar el profundo sentimiento de odio que sentí en aquel momento. Ahora sólo veo a un chico a quien solía conocer, y nada más.

-Vaya, hola a ti también. – dice sonriente.

-No esperes que te salude a estas alturas. – digo seria, mientras me acurruco en la bufanda. Ben torna su sonrisa en un gesto de comprensión.

-Perdona, pensé que te alegraría verme. – dice. Sonrío con sorna y vuelvo la vista a la carta de nuevo. - ¿Qué te trae por aquí?

-Cosas. – digo mirándole sin más. No tenía por qué saber nada de lo que yo hacía. - ¿y tú que haces aquí?

-Trabajo aquí, en la zona. Debbie me despidió porque no tenía suficiente dinero para pagar a un empleado y me mudé con mi hermana por aquí, tampoco está muy lejos de ahí. Alguna vez te veo por ahí… pero no me atrevía a acercarme.

-Hasta ahora. – señalo. - ¿por qué has venido a hablarme?

-No lo sé, –dice encogiéndose de hombros. – un impulso tal vez. Te he visto algo preocupada y sola, así que he pensado que igual te vendría bien hablar… ¿Un café?

Mi cabeza estaba hecha un completo alboroto. De pronto aparece él y su estúpida sonrisa a preguntarme que tal estoy. ¿A caso no se me veía en la cara? De todas maneras, estoy algo mareada de pensar tanto, así que acepto. Un café es un café.


Harry se sienta despreocupadamente en el sofá tras hacer –a desgana– todas las tareas que le habían encargado. Ahora tocaba hacer otras un poco más importantes.

Coge su teléfono, busca un nombre en la agenda y marca. Los tonos le empiezan a desesperar. Llevaba varios días de retraso y el aviso que le había dado días atrás realmente le había hecho ponerse las pilas.

-¿Sí?- contesta una voz algo cursi al otro lado del teléfono.

-¿Joe? – dice Harry incorporándose de repente. – Joe necesito que me hagas un favor.

-Hola a ti también, Harry. – responde el muchacho con sorna. Harry no tiene la cualidad de ser educado, precisamente.

-Perdón, perdón. ¿Qué tal?

-Bien, bien. – dice Joe dejando el tema a un lado. - ¿Qué es eso que me tienes que pedir?

-Necesito que prepares un baile de fin de curso. – responde Harry como si fuera lo más normal del mundo.

-¿A principios de septiembre? ¿A ti se te ha ido la pinza?

-No. No me has entendido – dice Harry poniendo los ojos en blanco. – No ese tipo de baile, es un pequeño baile, lo necesito. Es como un evento privado.

-Oh… -murmura Joe. – Creo que lo entiendo… ¿Quieres impresionar a una chica?

-Algo así. – responde Harry. – Y necesito que tú y Sally me ayudéis con ello o no saldrá nada bien.

-¡Qué emocionante! – exclama eufórico. – Aunque con los exámenes de principio de curso… Tengo que estudiar…

-Por favor. – suplica Harry poniendo su mejor voz de niño pequeño. Joe suspira al otro lado del teléfono y chasquea la lengua.

-Está bien, está bien. –cede sin mucha insistencia, por una parte él también tenía ganas de hacer algo así. – Haremos lo que podamos, cuenta con nosotros.

Harry entona un gesto de victoria en silencio y carraspea.

-Gracias Joe, te debo una.

-¡Una de muchas, cielo! No me hagas recordártelas. Te veo este viernes en el instituto, acuérdate.

-Claro, hasta entonces. – responde mientras escucha el constante pitido que empieza a sonar. Harry parece satisfecho, una enorme sonrisa estúpida en su cara lo corrobora. ¡Viento en popa a toda vela!


Suspiro y dejo mis cosas al lado de la silla en donde me siento. Ben ha estado todo el camino callado y sonriente, casi da un poco de miedo.

-Y bien, ¿qué ronda por tu cabecita esta vez? – dice mientras se sienta en frente. Alzo una ceja algo molesta por la confianza con la que osa tratarme después de todo. Como si fuéramos amigos de toda la vida.

-Algo bastante serio, digamos que me juego el futuro entero. – digo ladeando la cabeza. - ¿por qué quieres saberlo?

-Oh venga, Belén, no te me pongas así. Se te ve en la cara que necesitas desahogarte.

-No me digas lo que necesito o dejo de necesitar, rubito. – le interrumpo antes de que siga por ahí. Si hay una cosa que no soporto es que hablen por mí. Nunca. – Pero esta vez tienes razón… Aunque no sé por qué debería hacerlo contigo.

Ben esboza una sonrisa, quizás por la última frase. Mente perversa.

-Simplemente me preocupo por ti – dice mirándome a los ojos. Con esos ojos azules y preciosos y… No. No, no y no. No me voy a dejar llevar por ellos, ya lo hice una vez y no llevó a nada bueno.

-No parecías preocuparte mucho por mí hace relativamente poco. – digo dejándome caer en el respaldo y cruzándome de brazos.

-Vaya, veo que estás a la defensiva. – dice imitándome. – Tienes derecho a estarlo, lo sé, me porté como un auténtico gilipollas… Pero, ¿no podemos hablar esto como adultos? Vengo en son de paz, lo prometo.

Le miro y relajo los brazos lentamente hasta apoyar las manos en las rodillas. Parece que dice la verdad, pero tampoco quiero confiarme. Está bien, se lo contaré...

-¡¿Qué tú qué?! – exclama después de mi relato. Juraría que si abriera un poco más los ojos, se le caerían de las cuencas. - ¿Te estás quedando conmigo?

-¿Por qué no iba yo a poder ser seleccionada por la universidad de Edimburgo? – pregunto algo ofendida. Ben se toma su tiempo en contestar.

-Pues… no lo sé, pero me extraña mucho. Mucho, mucho. ¿Estás segura que era la universidad de Edimburgo? – pregunta todavía algo incrédulo.

Asiento ya casi rozando el enfado y saco la carta.

-Si no te lo crees después de esto, no sé qué más hacer. – Digo mientras la observa. Todavía después de eso, parece sorprendido.

-Vaya… Parece mentira, de verdad. Había oído que son muy, muy estrictos con los que seleccionan y el nivel está muy alto…

Doy un golpe en la mesa y le miro fijamente.

-Deja de subestimarme, ¿quieres? – le dijo sin elevar la voz. – Soy perfectamente capaz de llegar a su nivel, y mucho más. Si no te lo crees es cosa tuya. – digo cogiendo mis cosas. – Y ahora si me permites, tengo cosas que hacer.

Me levanto con todo mi orgullo y le dedico una última mirada.

-Te mandaré una carta desde Edimburgo, no te preocupes, cielo. – digo cargada de ironía antes de salir por la puerta y dejarle con la palabra en la boca.

¿Que no estaba al nivel de Edimburgo? Se lo iba a demostrar. De pronto lo tenía más claro que nunca. Hay algo con lo que debes jugar si no quieres salir perdiendo: un orgullo como el mío.

27/11/12

Capítulo 66

Dejo caer mi peso muerto sobre el sofá y pierdo la vista en la inmensidad del salón. Mientras, Harry parece maravillado con las flores que habíamos escogido.

-¿No te parece que este color queda genial con la corbata? Me encantan. Ahora tengo que llamar a Joe para que me ayude con lo del equipo de música, y a Sally para lo de las luces. Fueron ellos el último baile, ¿no? –dice atropelladamente.

Asiento en silencio pensando en segundo plano lo amanerado que acaba de sonar mi hermano. Pero sólo le escucho hablar de fondo, como una banda sonora.

Harry suspira exasperado y deja las cosas en la mesa. Se acerca en silencio y finalmente se deja caer a mi lado.

-No me lo vas a contar, ¿eh? – murmura sin apartarme la mirada.

Sonrío un poco y le miro de reojo.

-No vas a parar, ¿eh? – le respondo usando el mismo tono.

Harry niega enérgicamente con la cabeza y sigue mirándome. Sabe que es mi punto débil, sabe que no me gusta que me miren, lo sabe y está dispuesto a torturarme hasta que se lo cuente, pero realmente no tengo ganas de volver a relatar todo lo ocurrido.

-Tranquilo, te enterarás. – digo levantándome de un respingo. Ando lentamente por el pasillo hasta alcanzar la puerta de mi cuarto.

-¿Es por…? – pregunta. Me giro y lo encuentro al principio del pasillo. Apoyo la cabeza en el marco de la puerta y suspiro.

-¿Tú que crees? ¿A caso no hablaste tú con él?

Harry entona un gesto de horror y culpabilidad y chasquea la lengua para evitar dejar caer un lo siento. No es aficionado a pedir perdón, lo sé. Tampoco le culpaba por lo ocurrido, en algún momento tendría que enterarse, ¿no?

Sonrío débilmente y ladeo la cabeza.

-No importa. Demasiado tarde ahora. – dejo salir el aire y me aparto de la puerta. – Si no te importa, creo que voy a descansar un poco.

Todavía no era casi la hora de comer, aun así la cama parecía estar dispuesta a recibirme con las sábanas abiertas en cualquier momento.


Tras un largo, largo rato debajo de las sábanas parece que he vuelto a nacer. Sin embargo el trotar de mi hermano por el pasillo no es una manera agradable de volver a empezar el día.

-Es ella –murmura desde la puerta abierta de mi habitación mirándome con un gesto apurado.

Abro los ojos como platos y me levanto de la cama a toda prisa. Con todo eso por encima de la mesa es demasiado evidente lo que pretendemos. Corro hacia el sofá y comienzo a recoger todo en la bolsa, lo hecho dentro de mi habitación y cierro la puerta.

-¡Para ya! Si te pones nervioso se va a notar muchísimo que escondemos algo. Sé natural, joder. – digo algo mosqueada al ver el continuo movimiento de Harry.

Abro y sonrío, aunque soy yo esta vez la que se debería aplicar lo del ser natural.

-¡Hola! – digo dejándola pasar. María arquea una ceja y pasa algo insegura.

-¿Pasa algo? Se oía un montón de ruido desde la puerta. – pregunta tras un largo silencio. Harry sonríe desde el fondo de la habitación. – Hola Harry…

-¿Por qué iba a pasar algo? ¡No digas tonterías! – digo empaquetándolo con una risa nerviosa. – Pasa, pasa. Dime, ¿qué te trae por aquí?

María me mira algo sonriente, pero no parece contenta.

-Necesito hablar. – dice arrastrando las palabras. - ¿Te apetece tomar algo?

Suspiro y sonrío un poco. Asiento en silencio y miro como Harry sigue ahí parado. Parece que le ha dado un ictus, porque ni siquiera parpadea.

-Voy a ponerme algo de abrigo, vuelvo enseguida. – digo caminando hasta mi habitación, pero ni sin antes propinarle un “suave” codazo a mi querido hermano en costado. Este gime de dolor y carraspea para disimular. Sonrío para mis adentros y cojo mi chaqueta al llegar a mi habitación.

Sin embargo la situación no ha cambiado mucho mientras yo estaba ausente. Ambos se miran en silencio, como si entablaran una interesante conversación dentro de sus cabezas.

-Eh… - digo abriendo paso al sonido después de un largo rato. – Ya estoy.

María parpadea unas cuantas veces antes de abrir la boca y asentir.

-Ves yendo tú, ahora te alcanzo. – digo sonriente. María se extraña pero me hace caso y sale al descansillo quedándose a mitad de escalera. – Te convendría comenzar con el proceso hermanito. Haz llamadas, paga cosas, organiza, lo que sea pero ponte en marcha, ¡maldita sea!

Harry asiente enérgicamente y alcanza su móvil de inmediato.

-Estaré de vuelta a la noche, no te estreses mucho. – digo sonriendo con malicia.

Cierro la puerta y la mirada de María me sorprende.

-Hey, ¿vamos?


Niall se pasea tranquilamente sin camiseta por su apartamento cuando observa su móvil vibrar encima de la encimera. Mira la pantalla y ve el nombre de Liam.

-Hey – dice contestando sin pensárselo dos veces - ¿Qué tal?

Liam tarda en contestar, sólo se oye un leve suspiro de vez en cuando. De pronto, justo cuando él iba a volver a hablar, alguien responde.

-¿Estás en casa?

-S-sí… ¿Liam?

-Soy yo. Abre la puerta, por favor…- Sí, es la voz de Liam, pero ahora Niall está bastante asustado, no es propio de él hablar así.

Coge la camiseta del sofá y se la pone rápidamente sin soltar el teléfono. Abre la puerta, pero no hay nadie. Aunque juraría que…

-¿Liam? – dice Niall asomándose y mirando a ambos lados. Al girar la cabeza lo ve ahí, sentado en el suelo con el teléfono todavía en la mano. Niall se acerca a él apresuradamente y le mira. – Liam, ¿qué ha pasado?

Liam respira hondo y se ríe un poco para quitarle hierro a la situación. Era un hombre, tampoco se iba a poner así por semejante cosa, ¿o sí?

-Ven, vamos, entra dentro. – le urge Niall levantándose y extendiéndole la mano. Liam alza la cabeza, sus ojos aún están un poco rojos. No hacía mucho que había llorado y el rubio se hacía una idea de lo que había pasado.

Una vez dentro, Niall le ofrece algo de té, pero Liam lo rechaza, pero aun así Niall acaba haciéndole una taza igualmente.

-Menudo susto me has dado, imbécil. – dice Niall sin anestesia. Ambos sonríen y se sientan en el sofá. De pronto todo queda algo callado.

Niall lo sabe y Liam sabe que lo sabe. Las palabras sobran.

-Te lo dije. – dice Niall de pronto. Y es como el detonante de una bomba. - ¿Por qué no me quisiste hacer caso? Pensaste que era un egoísta, pero sólo pensaba en tu bien. Te conozco lo suficiente para saber que eres demasiado inocente como para darte cuenta de estas cosas, pero ¿es que no confías en mí?

Liam aprieta el puño y trata de empezar por alguna parte y poder explicarse, pero algo en su garganta no le deja comenzar a hablar. Niall suspira y de nuevo el silencio lo cubre todo.

-Lo sé, y parte de mí te creía pero… - Liam toma aire para seguir hablando y mira a Niall. – La quería tanto, tanto que no quería creerlo, sólo quería estar con ella y ella simplemente se cansó de mí, supongo.

-Entonces no sabe lo que se pierde. – dice Niall sorbiendo algo de té. Liam sonríe y vuelve a suspirar.

-No es justo. – dice Liam, y se deja caer en el sofá.


Al llegar a la cafetería, el aroma a café me impregna las fosas nasales, y de pronto me apetece más que nunca un café. Tras pedir en la barra, ambas nos sentamos en una de las mesas vacías.

-Bueno, tú dirás. – digo mirándola con aire intrigado. María suspira y me mira sin saber por donde empezar.

-No hace falta que me preguntes, sabes perfectamente de que voy a hablar. – dice cogiendo su taza. Suelto una leve carcajada y la imito.

-Era por empezar la conversación de alguna manera, mujer. – digo, y doy un largo trago a mi taza. Hacía tiempo que no tomaba un café a gusto. –Aunque últimamente no tenemos otro tema de conversación…

María sonríe y ladea la cabeza dándome la razón.

-No sé que hacer. – dice de pronto. – Llevamos semanas sin hablarnos y creo que no tiene mucha pinta de mejorar. Es como si… como si ya no le importara. ¿Tú crees que debería decirle algo? Igual es culpa mía.

Me atraganto al oír la última frase y la miro fijamente.

-¿Perdón? ¿Culpa tuya? Cariño, mi hermano, desgraciadamente, nació así. No tienes la culpa de sus taras. Es un incompetente a la hora de tener una relación con alguien. ¿Sabes el mal que me dio con Kristen? Madre mía…- Ambas nos reímos y damos un sorbo al café. – Además, me pica en la naríz que no ha perdido el interés en ti
Arqueo una ceja y miro el gesto de María, que de pronto se ilumina con lago de esperanza.

-¿Tú crees? ¿Por qué lo dices? – dice sonriendo. Me encojo de hombros haciéndome de rogar y esbozo una media sonrisa.

-Ya veremos. – digo acabando de una vez con el café que queda en la taza. María sonríe de nuevo, algo más feliz que antes. Después de verla tan contenta me entran muchas más ganas de contárselo, pero todavía es demasiado pronto y además, es un secreto.

Una vez en casa, abro la puerta y el salón parece vacío completamente.

-¿Hola? – digo. Mi voz resuena por el pasillo y alguien lo oye.

-Aquí. – responde ese alguien. Alguien llamado Harry y que aparece holgazaneando para variar, tumbado en la cama.

Le miro con gesto molesto y él me observa en silencio sin idea de lo que ha hecho.

-¿Qué?

-¿Cómo que qué? ¿Has hecho lo que te dije? – le pregunto esperando un sí por respuesta, o alguien morirá esa misma noche.

-Eh… - comienza Harry incorporándose. – Pues… ahora que hablas de eso…

-¡Harry! – le grito- ¿Es que acaso te piensas que lo voy a organizar yo todo? ¡Joder! ¡Que se supone que es tu novia, no la mía! – digo poniendo los ojos en blanco. – Una semana, te doy una semana para prepararlo todo. Yo me encargo de María, lo demás esta todo en tu mano.

Harry asiente en silencio mientras me aparto de la puerta.

-Belén. – me llama antes de que entre en mi cuarto. Me asomo de nuevo por la puerta y le miro esperando a que hable. – Gracias. Por todo.

Sonrío, un poco menos enfadada que antes.

-Oh, cállate.

3/11/12

Capítulo 65

Sonrío y me levanto del todo con las pilas repentinamente recargadas.

-Te lo cuento por el camino. Vístete, no tenemos tiempo que perder.

-¿Por el camino, a dónde?

-¡Deja de preguntar y hazme caso por una vez! – digo cogiéndole del brazo y haciéndole levantar de malas maneras.

-Vale, vale. No te pongas así, pequeña gruñona.

Sonrío todavía con el ceño algo fruncido y le hago aspavientos para que salga de la habitación. Me visto con lo primero que pillo y salgo al pasillo para encontrármelo en el pasillo esperando

-Qué velocidad. ¡Vámonos pues! – digo cogiéndole de la mano y dándole un tirón hasta la puerta. Harry se tropieza pero mantiene el ritmo.

Ah, la calle. Realmente el día era extraño, pero adoraba aquel tiempo. A Harry no parece gustarle demasiado, por la cara que pone. Lo ignoro y me pongo en marcha hacia donde sólo yo sé.

-¿Cuándo vas a contarme dónde vamos? Y lo más importante, ¿para qué?

Me río con un ápice de malicia y le cojo del brazo.

-Querido hermanito mío, estás a punto de descubrirlo. –digo señalando un edificio blanco, no muy alto, que parece haber pasado muchos años a la intemperie. Bajo las ventanas, un letrero verde, mal pintado y algo viejo al igual que la puerta y el letrero de abierto.

-Es… Es una…tienda de ropa. De ropa a medida.

-Jo, tú solito, que bien. – digo haciendo un homenaje a la más grande de las ironías

–Vamos, no te quedes ahí.

Al llegar, abro la puerta de inmediato y las campanillas me recuerdan a aquel día…

Sacudo la cabeza y me inmiscuyo dentro de la pequeña salita que emana un aroma a canela y a máquina de coser. Sonrío al instante al reconocer a la señora mayor que al escuchar la campanilla echa la mirada por encima de las gafas.

-Buenos días. – digo con tono melodioso. No estaba muy segura si se acordaba de mí.

-¡Querida! – exclama de pronto. – Cuanto tiempo, pasa, pasa. ¿Quién es este apuesto caballero.

-Oh… ¿se acuerda de mí? – pregunto algo sorprendida. Hacía bastante que había pasado por ahí. – Es… es mi hermano, Harry.

-¡Claro que me acuerdo de ti! La pequeña Alicia. – dice sonriente. – No hay mucha gente que se pase por aquí, y de los pocos que entran me acuerdo de la mayoría, ¡tampoco estoy tan mayor! – ríe colocándose las gafas mientras se acerca. - ¿Qué os trae por aquí?

-Necesitamos un traje. –digo de sopetón, lo cual hace que Harry emita un gruñido de sorpresa. – Bueno, necesita.

Ambos me miran en silencio con la sorpresa pintada en la cara.

-Bien, vamos a ver que tengo por ahí… - dice mientras se adentra en el almacén tras una cortina de piedrecitas.

Al darme la vuelta, la mirada asesina de Harry me sorprende.

-¿Un traje? – dice Harry arqueando una ceja

Asiento sonriente y saco un papel del bolsillo de mi chaqueta, ya dicen que vale más una imagen que mil palabras. Harry toma con cuidado la foto y la mira como si volviera de pronto al pasado.

-Es del baile… - dice sin apartar la vista de la foto. De pronto parece atar cabos sueltos. - ¿Quieres qué…?

Asiento enérgicamente y sonrío todavía más ampliamente, parece que lo ha cogido a la primera. De pronto Harry sonríe también y se me acerca de forma repentina rodeándome con sus brazos y apretándome contra su pecho con la fuerza de un oso.

-Eres un maldito genio, enana. – dice dándome un beso en la cabeza. Trato de separarme, me falta el oxigeno.

-Vale, vale, ya lo sé. – digo riéndome, volviendo a respirar. – No hace falta que me deis las gracias. Menos mal que os aprecio… ¿eh?

En ese preciso momento aparece Debbie, la dependienta, con lo que parecen unos cuantos trajes. Muy bonitos.

-¡Vaya! Que maravilla – digo fascinada. –Vamos, métete ahí dentro.

Harry se lleva la mano a la frente como si fuera un soldadito y a ambos nos entra la risa tonta.

Uno tras otro los trajes van pasando por el probador y posteriormente por el criterio de las dos damas que estábamos en la sala, cuando de pronto…

-Vaya… - dejo escapar casi sin darme cuenta en cuanto Harry sale del probador. – Mírate…

Debbie sonríe complacida y se lleva las manos entrelazadas al pecho.

-¿Qué pasa? ¿os gusta? – dice Harry dando una vuelta.

Quién iba a decir que aquel color azul marino, con aquella camisa blanca tan simple y es corbata granate le iba a quedar tan bien. Mi hermano parecía un completo caballero.

Asiento en silencio y vuelvo la mirada hacia Debbie, que sigue igual de sonriente.

-Nos lo quedamos. – digo de pronto ajustándole la corbata. – cámbiate, tenemos más cosas que hacer.

Harry vuelve a asentir firmemente imitando a militar y vuelvo a reírme. De pronto mi móvil comienza a sonar, lo saco del bolsillo con calma, pero al ver quién es el que llama, las manos me empiezan a temblar.

Le hago un gesto a Debbie, y salgo de la tienda, intentando mantener la calma.

-¿Sí? – digo alegremente. Pero sólo se oye una respiración agitada.

-¿Belén? ¿Puedo hablar contigo? –dice la firme voz de Louis

-C-claro… ¿Qué pasa?

-¿Qué que pasa? ¡Sabes muy bien lo que pasa! – exclama algo agitado. Empiezo a preocuparme, de veras no tengo ni idea de lo que está hablando. Se le escucha respirar hondo y segundos después continua hablando, un poco más calmado, espero… - Belén, ¿por qué no me lo dijiste?

De pronto noto como mi corazón se para en seco y vuelve a latir con fuerza al momento provocándome un profundo pinchazo en el pecho. No podía ser. No se lo había dicho, a no ser qué…

Entonces lo recuerdo. Cuando me fui, Louis estaba ahí, y Harry y María también. Mierda, mierda, mierda.

-Louis, yo… - tomo aire y reorganizo mis pensamientos lo más rápido que puedo. – Todavía no tenía nada pensado, no quería que nadie lo supiera y…

-Joder, pensaba que confiabas en mí. Podría haberte ayudado, pero preferiste ocultármelo ¿no? Genial… - dice. Por su tono parece muy decepcionado, y eso me parte en dos.

-Y confío en ti, pero… Louis, por favor, entiéndelo. Necesitaba tiempo para pensarlo yo sola. No podía ir anunciándolo por ahí porque sabía perfectamente que todos os pondríais a gritarme lo estupenda que es esa oportunidad para mí… Pero es una decisión mía

-Estupendo entonces. Que te vaya bien en Edimburgo, a ti a tus queridas decisiones. – dice como última frase, después, sólo unos cortos pitidos rompen el silencio que rebota en mis oídos.

No sé como reaccionar, no sé ni siquiera muy bien lo que ha pasado. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué se ponía así conmigo por semejante cosa?

Veo a Harry que me saluda por la puerta con una bolsa en la mano y mi chaqueta en otra. Me acerco, tomando aire y abro la puerta con sosiego.

-¿Qué hacías? – dice poniéndose su chaqueta.

-Hablar por teléfono. ¿Nos vamos?

Le miro algo distante. El ánimo se ha ido de mi cuerpo de cuajo y eso que hacía a penas unos minutos estaba como si nada…

-¿Te encuentras bien? – pregunta Harry colocándose bien la camiseta.

-¿Eh? S-sí… Estoy bien.

-Venga ya, es imposible que en un minuto hayas pasado de estar contenta a no decir ni una palabra. No te pega. ¿Quién era?

-Nadie. – digo en tono cortante. – Ya está, Harry, no me agobies. No quiero hablar de ello.

Harry suspira exasperado y se da la vuelta para coger la chaqueta.

-Sabes que te seguiré preguntando todo el camino hasta que me lo digas. – dice revolviéndome el pelo por tercera vez en el día. – Y además vivo en la misma casa que tú, así que prepárate.

Suspiro y vuelvo a dejar el teléfono en el bolsillo. Una vez fuera, el sol se asoma entre las nubes como si tuviera vergüenza de dejarse ver. Pero ya no tengo ganas de ver al sol, ni al sol ni a nadie.

-Vamos, dime que ha pasado.

-Déjalo ya, ¿quieres?

Y la conversación termina ahí, ni siquiera me digno a mirarle a la cara antes de seguir andando.

24/10/12

Capítulo 64 parte II

Días después, como la calma que precede a la tempestad todo sigue tal cual había quedado desde entonces. Una telilla de nostalgia y tristeza cubría todo Norwich, como queriendo decir adiós al verano definitivamente.

Septiembre entraba con ganas, quedaban a penas tres semanas para empezar el curso y yo seguía, tumbada en la cama, el hilo de la sábana como si el tiempo no pasara. Y el reloj lo desmentía, eran las diez y cuarto de un sábado raro, nublado y muy raro.

-¿Estás despierta? – murmura una voz detrás de la puerta, antes de abrirse unos centímetros. Harry enfoca sus grandes ojos verdes para encontrarme con los brazos en alto y un ojo medio cerrado. Sonríe con un ápice de tristeza y abre un poco más la puerta. - ¿Se puede?

-Pasa. – murmuro incorporándome. – Nunca entras en mi cuarto, sólo para gritarme cosas… ¿Qué te pasa?

Harry se sienta en la cama con los hombros caídos y me despeina de repente.

-¿Es que no puede uno entrar a ver a su hermanita?

La sonrisa rota de mi hermano me da que pensar. De pronto me viene a la cabeza la situación que dejé a medias, aquellos dos se habían quedado solos cuando yo me fui en un arranque de ira. Ellos… y Louis.

Suspiro y me acerco a él aferrándome a las mantas. Harry no para de mirar al suelo.

-¿Qué pasa? Quiero decir… ¿qué pasó? – pregunto en voz baja

Harry sonríe sin mirarme, como buscando en sus memorias un momento que poder contar, algo que ocurrió de veras y no en su cabeza.

-Nada. – dice finalmente. – Está bien, tranquila, sólo estoy cansado.

-Sabes que a mí no me engañas. Sabrás mentir todo lo bien que quieras, pero a mí no me la das. – digo pegándole un suave puñetazo en el hombro.

-Estoy cansado, creo. – dice su voz parece temblar al final de la frase. – Cansado de todo.

Sonrío de forma compasiva y le abrazo.

-¿Te acuerdas cuando todavía estábamos en el instituto? Quiero decir, cuando tú, Liam y Louis todavía estabais en el instituto, cuando nosotras casi acabábamos de entrar ahí – digo mirándole. – Me acuerdo que estaba aterrorizada

Ambos nos reímos, y de pronto hay un breve silencio.

-También recuerdo que Louis y tú no hacíais más que meteros en líos, y Liam siempre tenía que sacaros de todas.

Harry ríe más alto esta vez y señala que alguna vez también había sido al revés.

-Pero, de lo que más me acuerdo es del brillo que tenía en la mirada cada vez que te veía aparecer por la puerta. – digo perdiendo la mirada en el cristal. Sonrío y miro la reacción de mi hermano.

-¿Q-quién? – dice en un hilo de voz. Sonrío y ladeo la cabeza.

-¿Quién va a ser, idiota? – me destapo un poco y me levanto de un respingo para llegar de un bote a la cómoda blanca que descansa en una esquina de mi habitación. Abro uno de los cajones y busco algo que quiero enseñarle, no tardo mucho en encontrarlo. Vuelvo a la cama con un libro entre las manos. Busco una de las páginas, y ahí estaba. – Míralos, parecemos tontos.

En la página aparecía una foto de los seis, Louis, Liam Harry, María, Laura y yo. Parecía una foto antigua, y lo era. Recuerdo que fueron unas vacaciones, en el jardín de Liam. En ella se apreciaba como todos nos agrupábamos torpemente para hacer la foto, mientras todos salíamos poniendo caras, sonriendo o mirando para otro lado, María parecía abstraída, como encandilada.

-Te estaba mirando. – digo de pronto señalándola. – Si después de todo lo que me ha contado sobre ti, después de esto -digo golpeando el dedo en la foto. – sigues diciendo que no te quiere, te apalearé hasta que ruegues por tu vida, ¿me oyes?

Harry no reaccionaba, estaba como ido, como si se le hubiera esfumado la capacidad de hablar. Sólo miraba la foto, como si acabara de descubrir un valioso tesoro, como si atara cabos mentalmente.

-¿Sabes de qué otra cosa me acuerdo muy bien? – Digo sonriendo de lado – Del baile de fin de curso.

De pronto levanta la cabeza del libro como un resorte y me mira con los ojos bien abiertos, casi da miedo.

-El baile… - repite en voz baja.

Asiento, él también lo recuerda.

-Cuando después de armarse de valor para pedirte un baile, tú te fuiste porque Kristen no hacía más que llamarte y no se te ocurrió otra cosa que decirle que al final de la fiesta bailarías con ella. – suspiro y bajo la mirada. – me rompió el corazón verla sentada en aquel banco, aun cuando ya se había ido todo el mundo. Creo que es algo que nunca ha olvidado, puede que te haya perdonado pero…

La cara de Harry parece una esquela. Está pálido y me mira horrorizado.

-¿Entonces…? ¿Crees que es por eso?

Niego con la cabeza y le miro.

-No creo que siga pensando en ello, pero inconscientemente, quizá crea que… bueno, que le vuelvas a dejar plantada en mitad de la fiesta, ¿sabes? Quizá no quiera confiar en ti al cien por cien, porque cree que le volverá a pasar lo mismo que aquella vez.

Harry respira hondo, como si le faltara el aire. No era la primera vez que lo pensaba, pero nunca había tenido el momento oportuno para decirle todo aquello, por una parte porque siempre había pensado que eran cosas mías.

-Por eso tú desconfiabas también de ella, porque estaba distante. Creías que era porque no te quería. Yo creo que tiene miedo. – le paso la mano por la espalda para reconfortarle. – Pero tranquilo.

-¿Cómo quieres que esté tranquilo? ¡Ni siquiera se me había pasado eso por la cabeza!

-¡Eh! Es sólo una suposición. – digo frunciendo el ceño. – Pero tengo una idea brillante.

Sonrío de oreja a oreja y Harry alza una ceja ante mi comentario.

-¿Qué idea?