Sugerencia musical: Amazed by Lonestar
A la vez que la cara de susto de María aumenta, mi sonrisa se vuelve más amplia. Tampoco sabía muy bien lo que estaba a punto de pasar, pero tenía ese cosquilleo, que por una parte se debía a la pequeña voz en mi cabeza que rezaba porque aquel torpe hermano mío no metiera la pata.
Entonces lo oigo, aquel suave platillo que resuena de fondo junto a una suave melodía de piano. He de admitir que estoy gratamente sorprendida. Cojo a María de la muñeca y la obligo suavemente a avanzar unos pasos, ella avanza no muy segura y se queda paralizada delante de mí. Una silueta se desdibuja en mitad de la pista, cuya forma se vuelve de un tono rosáceo al contacto con la luz.
Con aire preocupado, puedo ver ahora claramente a mi hermano en mitad de la pista. Sujeta una rosa blanca entre los dedos y la roza con nerviosismo con sus labios. Sus ojos verdes titilan, ante la presencia de la pelirroja.
Suspiro de forma estúpida y junto las manos en el regazo. Nunca he sido romántica, pero… No puedo evitar ponerme tierna en un momento así. Casi como un imán, María da unos pasos hasta él como si flotara. Ahora la luz magenta los empapa a los dos y ambos sonríen. Argh, mi hermano es un cursi.
-Es esta canción. Ahora entiendo de qué va esto. – dice María echando la vista atrás para darme una mirada cómplice. – Pensaba que ni siquiera recordarías un día así. – Harry sonríe y le coge dulcemente la mano mientras le coloca la flor en la muñeca.
-Aquel día… - comienza él sujetándole las dos manos y mirándola a los ojos. – Bueno, digamos que quizás no salió como debería. – sonríe y ladea la cabeza recordando partes al azar. Ahora que la tenía delante, tan deslumbrante, le hubiese gustado invitar a bailar a aquella chica sentada en las gradas del gimnasio con la vista perdida. - ¿Me concedes el honor de… volver a escribirlo?
María sonríe casi al instante y le mira fijamente en silencio durante unos segundos. Casi no podía creer lo que estaba pasando. Tenía la certeza de que aquello no se le había ocurrido a él sólo, pero aquel brillo en sus ojos, parecía tan ilusionado… Ya casi no recordaba todo lo malo que habían pasado, tampoco quería recordarlo. Sólo eran ella y él, y una pista de baile. Empezando de cero.
Asiente débilmente y se acerca un par de pasos más, invadiendo por completo su espacio y rodeando su cuello con los brazos.
-Vamos a hacerlo bien esta vez. – dijo en voz baja. Harry no le discutió aquello y concluyó la conversación con un beso.
Aquella balada de Lonestar me traía demasiados recuerdos. Aquel día no pareció ser bueno para ninguna de las dos. No puedo evitar rozar el teléfono con los dedos dentro de mi bolsillo con la esperanza de que suene, y que su voz vuelva a ser suave, que vuelva a necesitarme.
Pero no era el momento de dar el brazo a torcer. Tenía que mantenerme en mi sitio, aunque todo pareciera del negro más oscuro si no estaba él. Cierro los ojos y me dejo caer lentamente sobre la pared. Casi podía oírlos ronronearse al oído desde ahí.
-¿Por qué? – dice María. Harry parpadea un par de veces.
-¿Por qué, que? – pregunta él sin soltarle la cintura. María mira al suelo y se ríe.
-Todo esto.
-Todo esto porque quería hacerlo bien desde el principio. – traga saliva y la mira con dulzura. – No sabía cómo hacerte ver lo mucho que te quiero, así que se me ocurrió volver atrás y remendar la primera cosa que hice mal.
-¿Cuál?
-No darme cuenta de lo maravillosa que eres. – le susurra al oído. María nota como su voz se le cuela dentro y hace que un impulso le suba por toda la columna. Ni siquiera sabe que palabras juntar para decir algo así que se limita a besarle con todas las fuerzas que encuentra.
Quizás algo demasiado romántico para mí. ¿Qué sentido tenía quedarme ahí, de todas maneras? Había cumplido con mi parte, ahora sólo tenía que dejar que aquello siguiera el camino que se supone debía tomar. Ahora le había pasado el testigo a Harry y no había vuelta atrás, si metía la pata era cosa suya.
Sonrío en mitad de la oscuridad y salgo del gimnasio dejando que la música suene como un mero eco detrás de mí. No es que no me alegrara por ella pero… No era un buen momento, eso era todo.
Abro los ojos y la luz me atraviesa la retina como dos cuchillos. Frunzo el ceño y vuelvo a dejar caer el peso de mi cabeza en la almohada. Ha sido una noche larga, no la primera que me pasaba en vela en las últimas semanas… Ni la última.
Me levanto, es algo pronto, pero tampoco me apetece quedarme para continuar con aquel vaivén de pensamientos. Un poco de café me irá bien. Atravieso el pasillo con tranquilidad, frotándome los ojos. Entonces vuelvo un par de pasos atrás y entrecierro los ojos para ver mejor…
Empujo la puerta con los dedos y me apoyo en el marco con una sonrisa socarrona de oreja a oreja. Mi plan ha salido a la perfección.
-¡Buenos días, tortolitos! – digo en voz lo suficiente alta como para que los dos que ocupan la cama peguen un bote. Me río y los miro sin abandonar el gesto triunfal. - Una noche larga, por lo que veo.
No podían negar nada. La ropa tirada por el suelo lo decía completamente todo. La cara de odio profundo de mi hermano y el gesto desconcertado de María era la mejor recompensa. Ah, qué bonito es el amor.
-¿Un poco de café para despejaros? – digo con la mano en la cadera.
-Muérete. – murmura mi hermano con voz gruñona.
-Tenéis suerte de que mis padres no vuelven hasta pasado mañana, sino alguien no habría podido dormir. – digo ocultándome tras la pared riéndome mientras veo un cojín dirigirse hacia mí a toda velocidad.
Escucho a ambos farfullar algo desde la habitación, pero el sonido del microondas me impide entenderlo. Sigo todavía algo inmersa en mis pensamientos, no puedo dejar de darle vueltas. Para cuando me quiero dar cuenta, el ding ha sonado hace un par de minutos.
Vuelvo a deslizar las manos por mis mejillas esperando que aquella taza de café humeante me saque de aquel bucle de soledad y angustia, no era algo que realmente me apasionara. Maldita sea, ¿desde cuándo dejaba que me afectaran tanto las cosas?
En mi camino hacia el salón, el calendario me llama la atención. Hay algo marcado en rojo, con varias flechitas. Mi gesto cambia completamente, casi no me había dado cuenta de lo rápido que podía pasar el tiempo.
-¿Dos semanas? – murmuro desde la puerta. – Dos semanas…
-¿Dos semanas para… Oh. – oigo la voz de María cerca de la puerta. Se acerca a mí con una de las camisetas de Harry y me sonríe de medio lado. – Tranquila, saldrá bien. – me da un pequeño beso y no puedo evitar devolverle la sonrisa.
-¿Ves? Esto me gusta más que los cojines.
-Tienes suerte de que fuera un cojín y no el despertador. – gruñe Harry apareciendo por el pasillo. Le saco la lengua y salgo de la habitación. No me había dado cuenta lo mucho que me agobian las parejas. Respiro hondo y me dejo caer en el sofá, todavía con la mente en aquel calendario.
¿Dos semanas? Se me ocurrían tantísimas cosas que hacer antes de irme y no tenía ni idea de por cuál de todas empezar. Noto como el tiempo se me echa encima… Tenía que empezar cuanto antes.